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La ira no es inherente a nosotros. No es una nuestra. La ira se origina en cuanto entramos en contacto con el mundo exterior.

La ira nos genera una energía que acumulamos en nuestro cuerpo. En determinado momento, nos convertimos en una olla a presión y explotamos. Sin saberlo, hemos sido arrastrados a una cadena cíclica de causa y efecto.

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Generalmente, cuando una persona se enojada y entra en el siguiente ciclo que se repite una y otra vez: 

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• Su olla a presión interna se llena y explota.

• Todos los involucrados sufren las consecuencias.

• Poco a poco, muy lentamente, el autor del arrebato va recuperando energías.

• El tiempo pasa, su olla a presión se vuelve a llenar y la persona vuelven a explotar.                                                              

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Triunfamos sobre la ira aprendiendo que el comportamiento violento que gene​ra trae aparejado consecuencias cíclicas destructivas.

 

Una vez que nos demos cuenta de las desastrosas consecuencias de entrar en ese ciclo, junto con el amor por nosotros mismos nos podremos abstener de esas situaciones infernales, apoyándonos en el conocimiento del mecanismo de la ira y en las herramientas necesarias para combatir este virus.

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Al canalizar el exceso de energía de la ira en una fuerza dirigida, esta fuerza nos permitirá ser capaces de lograr grandes cosas, muchas de las cuales normalmente no ocurrirían sin esta energía adicional.

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