La ira no es inherente al hombre. Es propio de la naturaleza del hombre el no estar enojado.
Eurípides, dramaturgo griego e investigador del lado más oscuro de la naturaleza humana, nos ofrece una definición clave acerca de la ira:
"Aquellos a quienes Dios quiere destruir, primero los enoja."
La ira no sólo nos destruye mental, emocional y físicamente, sino que también daña nuestro entorno y relaciones. ¡La ira además daña nuestra capacidad de soñar!
Una de las diferencias distintivas entre seres humanos y los animales es la capacidad de soñar. El soñar e imaginar nos ayuda a vivir. Inspira al poeta y al escritor a encontrar nuevas ideas. Los sueños y la imaginación crean el buen sabor por la vida.
En este artículo, examinaremos algunos de los aspectos de la ira. El comprender sus mecanismos nos brindará una fuente de energía vital que nos sorprenderá. Y así dedicar esa energía a a cualquier objetivo o sueño que deseemos.
Para empezar, acordemos que la ira no es inherente al ser humano. No es una emoción propia, es prestada. No es nuestra dado que se genera fuera de nosotros. Es decir, se origina en el mundo exterior. Absorbemos la "energía de la ira" y la acumulamos en nuestro cuerpo.
Con el transcurso del tiempo, se acumula la "energía de la ira" convirtiéndonos en una olla a presión que en algún momento explota. Inconscientemente vamos siendo arrastrados por una cadena cíclica de causa y efecto de ira.
Al no ser la ira una parte de nuestra actúa por imitación. Como seres humanos aprendemos a adaptarnos, a vivir en paz con nuestro entorno e imitando a aquellos que influyen nuestras vidas.. Este comportamiento aprendido continúa hasta que seamos capaces de ser autosuficientes, aptos para hacer las cosas por cuenta propia. Este principio también se aplica a la ira. A un comportamiento violento o agresivo respondemos muchas veces imitando. respondiendo con violencia y agresividad.
Generalmente una persona enojada sigue los siguientes pasos de modo cíclico:
• Su olla a presión desborda y explota.
• Todos los involucrados soportan las consecuencias.
• Poco a poco y lentamente el autor del arrebato recupera sus energías.
• Pasado un tiempo su olla a presión se vuelve a llenar y explota nuevamente.
Es una forma de vivir que en general conduce no solamente a pocos o ningún logro, sino que también genera una gran pérdida de tiempo. Se necesita determinación, fuerza de voluntad y las herramientas adecuadas para salir de este ciclo destructivo.
Cuando ejercemos violencia o exhibimos ira hacia alguien, sentimos una liberación e incluso podríamos pensar que hemos cumplido algún propósito y sentir que el ciclo de violencia está cerrado - ¡NO LO ESTÁ!
Este ciclo de violencia afecta todo nuestro sistema glandular hasta que, en un momento dado, llegamos a enfermar y debilitarnos. Eventualmente perdemos la alegría de vivir, rasgo característico de las personas guiadas por la ira. Sienten que la vida no les satisface emocionalmente y pierden la visión de la belleza que es la vida.
La acumulación de energía que lleva un estallido corto de diez a quince segundos es energía vital que a veces tarda meses en recuperarse.
Luego de un arrebato de ira quedamos débiles. Luego de un período de cuatro a seis meses comenzamos a generar algo de vitalidad que luego por estar atrapados en el ciclo de la ira violenta, la expulsamos nuevamente en una sola explosión. Una vez más nos quedamos sin energía e incapaces de continuar con las actividades normales de nuestras vidas - ¡otra vez! Este arrebato causa un efecto dominó, ya que a quien dirigimos nuestra ira probablemente también reaccionará con enojo. Es como un virus que se va transmitiendo a quien contacta.
Si por temperamento o circunstancias somos victimizados por la ira y no la exteriorizamos, nos quedamos con un exceso de energía que ataca nuestro cuerpo y mente. Y nos dejara con un sentimiento de angustia y depresión que eventualmente derivara en una enfermedad.
Una vida de ira nos debilita y envejece viejos sin motivo alguno. La ira también nos empuja a aislarnos. Tal vez un ser querido se acerca a nosotros buscando consuelo y al estar débiles respondemos gritando. Luego, nos quedamos mal por el arrebato. Una persona enojada puede arremeter contra cualquiera e incluso contra sus amigos.
EL VIRUS DE LA IRA TIENE UN ANTÍDOTO
Si fuéramos conscientes de lo destructiva que es, ¿dejaríamos que la ira nos contamine? Este es un ciclo terrible para quedar atrapados. Especialmente si podemos abordarlo y sabemos cómo hacerlo correctamente.
¿Cómo podemos anticiparnos a este círculo vicioso?
La forma de anticiparnos a la ira y al comportamiento violento es estudiándolos, conociendo su comportamiento cíclico destructivo. Una vez que nos demos cuenta de las consecuencias desastrosas al entrar en su ciclo, el amor por nosotros mismos, la comprensión del mecanismo de la ira y el uso de las herramientas para combatir este virus, podremos abstenernos de iniciar ese ciclo infernal.
La Solución:
Si nos amamos a nosotros mismos, ¿por qué dejar que un virus destructivo entre en nuestro cuerpo? El amor a uno mismo actúa como barrera contra la ira y la violencia.
Debemos estar más alerta a los signos de la ira. Y apenas apenas vislumbremos que estamos generando la energía de la ira, debemos obligarnos a volcarla en una actividad creativa.
Cuando actuamos con un exceso de energía de ira y la canalizamos adecuadamente, somos capaces de lograr grandes cosas que normalmente no podríamos lograr.
"A través de mi amarga experiencia he aprendido una lección suprema: preservar mi ira, porque, así como el calor preservado se transforma en energía, nuestra ira controlada puede transmutarse en un poder capaz de mover el mundo."
Mahatma Gandhi
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